—El primer Ramen
Envalentonado, camino por una avenida de la capital irlandesa mientras las gotas de lluvia me acarician la cara, paso por enfrente de un local, un pequeño local: de un lado tiene un puesto que arregla celulares, del otro una barra y dos mesas para atender clientes
Sobre la barra un cartel diminuto lee:
Yumo Ramen Shop
Abro la puerta de un golpe, casi tropezandome de la ansiedad, asustando a
la chica que atiende el mostrador. Me mira y se ríe, se tapa la boca con las manos para reírse.
Me pregunta: ¿Querés ramen? –
Yo respondo: Si, por favor.
Me pregunta: ¿Qué estilo querés? –
Yo respondo: La especialidad de la casa, eso quiero.
Me mira y se ríe, se tapa la boca con las manos para reírse.
Unos pocos minutos después aparece enfrente mío un abundante bowl de ramen.
Procedo a devorar todo lo que está dentro del mismo (y no de una manera muy agraciada, debo agregar). A medida que voy comiendo, mi cerebro empieza a derretirse, estoy inmerso en una galaxia de sabores, cada bocado, cada sorbo un poco más.
Lo termino en una cuestión de minutos.
Me pregunta: ¿Te gustó? –
Yo respondo: ¡No tengo palabras!
Me retiro de este humilde establecimiento sabiendo dos cosas.
La primera se la comunico a todo el mundo presente:
Voy a volver a comer a este lugar todas las semanas.
La segunda es sólo para mi:
¡Acaba de empezar una nueva obsesión!